Cambio de lunas de coche: todo lo que debes saber
El cambio de lunas de coche es uno de los repuestos que más dudas causa: ¿solo cuando se rompe debemos cambiarlo?, ¿debemos revisarla frecuentemente?
14/11/2018
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Lo hemos visto hasta la saciedad en cuñas publicitarias y obviamente nadie duda de su eficacia e importancia en un vehículo pero, a la hora de plantearnos recambio o revisión de componentes de un coche, ¿pensamos en las lunas?
Las lunas o cristales del coche son uno de esos elementos que no echamos en falta su vital función hasta que se rompen o tememos que lleguen a hacerlo. Mientras que los mecánicos en Tarragona, Madrid, o en cualquier parte del país acostumbran a que pregunten en sus talleres por el cambio de aceite, la revisión de los frenos o cualquier otro componente que su desgaste repercuta en un mal funcionamiento del vehículo, no ocurre tanto con el caso de las lunas, que no es hasta que se quiebran cuando nos acordamos de ellas.
Ante tal planteamiento, nos pueden abordar ciertas preguntas: ¿tienen “fecha de caducidad” las lunas?, ¿debemos revisarlas con frecuencia?, ¿cómo podemos saber si están dañadas o necesitan cambio? Estas y otras tantas preguntas intentaremos resolvérosla en el siguiente artículo.
Preguntas que nos debemos hacer ante un posible cambio de lunas de coche
¿Cuándo debemos cambiar las lunas del coche?
Si quizás nunca te hayas planteado cambiar las lunas del coche es porque ciertamente no necesitan un recambio si no han sufrido ningún percance o recibido algún impacto notable.
Así, un coche bien cuidado puede contar con los mismos cristales mientras dure, sin necesidad de llevarlo al taller para cambio de lunas a los X kilómetros o a los X años, como sí sucede con la reparación de frenos (donde se recomienda una revisión cada 10.000 kilómetros).
Eso sí, al momento en el que notemos una marca de impacto, por pequeñas que nos parezca (incluso los golpes de gravilla de un terreno pedregoso puede dañar mínimamente el cristal), deberíamos acudir al taller más cercano para que lo revisen.
Este acto es muy importante debido a que una pequeña fisura se puede reparar, pero una de mayor tamaño supone que se tenga que cambiar por completo la luna.
¿Cómo distinguir entre pequeña fisura e impacto de importancia?
Tal como hemos indicado, nunca debemos ignorar un golpe en el cristal que deje marca por muy pequeña que resulte, ya que ignorarlo puede suponernos tener que realizar un recambio completo en el caso de que aumente de tamaño pero, ¿de qué tamaños hablamos?
Se considera una fisura de pequeño tamaño a aquellas que no superen los 15 mm, o en el caso de ser impactos que no sea de mayor tamaño que el de una moneda de dos euros. Dentro de estos márgenes se puede reparar rellenando la rotura con adhesivos especiales y luz ultravioleta, dejando la luna en perfectas condiciones.
En el caso que la marca sea mayor a una moneda de dos euros, se hayan producido varios impactos a lo largo de la luna, o se haya producido un golpe a escasos seis centímetros de los bordes del parabrisas, la solución pasa por el recambio completo de la pieza.
Insistimos en la importancia de que, ante cualquier señal, acudamos a su revisión o reparación, ya que no solo estaremos comprometiendo la seguridad del vehículo, sino que puede que la marca en el vidrio crezca imposibilitando su reparación. La diferencia media de ahorro en la factura entre una reparación y una sustitución es nada más y nada menos que un 80%.
¿Qué dice la ITV sobre las marcas en las lunas del coche?
Lo volvemos a repetir: es muy importante que ante cualquier marca por leve que sea, se lleve a revisión. No obstante, por falta de tiempo, de presupuesto, o por simple pereza, puede que no le acabemos prestando la atención que merece a estas fisuras.
En este caso, lo que jamás debemos obviar son aquellas marcas cuya presencia eviten que pasemos la ITV, lo cual ya es señal de que suponen un peligro para nuestra seguridad.
En el caso de rayaduras o porosidades marcadas (normalmente causadas por un mal mantenimiento de los limpiaparabrisas), a menos que dificulten la visión no son causa de rechazo en la inspección técnica. Lo mismo ocurre con los denominados como “bulleye” u “ojos de buey” (aquellas marcas que tienen forma de hendidura redonda) o las marcas con forma de media luna o “uña rota”, a menos que se encuentren en el campo directo de visualización del conductor.
Sí nos supone una ITV negativa un cristal rajado o roturas en forma de estrella, sea del tamaño que sea y se encuentre o no en el campo de visión. La causa del rechazo es que estas rajas tienden a expandirse y acabarán por romper todo el cristal.
Existe un quinto caso que en principio no supone no pasar la ITV, pero cuya expansión acabará por obligarnos a cambiar toda la luna. Es el caso del despegado del laminado, efecto causado por la composición del cristal (que detallaremos más abajo) y que da una sensación de empañado permanente. Este efecto suele aparecer en los bordes y acaba extendiéndose con rapidez.
¿Qué mantenimiento podemos hacer a las lunas del coche?
Puede parecernos un tema superficial, pero lo primero ante todo es la limpieza continuada de este elemento. Una luna sucia no solo reduce la visibilidad del conductor, sino que además puede evitarnos que veamos pequeños golpes o marcas que con el tiempo se pueden agrandar.
Para asegurarla, se recomienda el recambio de los limpiaparabrisas al menos una vez cada año, ya que un limpiaparabrisas sucio no solo anula su función, sino que además puede provocar pequeñas ralladuras.
Por otra parte es muy importante que en caso de intervención, revisemos el listado de talleres en Zaragoza, Palma o la población que nos quede más cercana para cerciorarnos de que se realiza en perfectas condiciones, con materiales homologados y que realmente la reparación va a evitar la sustitución. No son pocos los casos en los que una mala intervención por no elegir correctamente el taller, deja imperfecciones que ante un impacto incluso menor, provoque que la fisura se vuelva a abrir
¿Son todos los tipos de lunas de coche iguales?
La base de una luna, por la que debemos diferenciarla de otros cristales, es su resistencia y su durabilidad. Así, ya desde los años 30 y 40 se dejó de usar el vidrio plano como componente (el mismo que se usa en ventanas y acristalamientos domésticos) para sustituirlo por el cristal templado (mucho menos resquebrajable y con mayor visibilidad)
En los años 80, tal como sucediera con otros elementos de seguridad como los cinturones, se aumenta su resistencia y se obliga a que la luna delantera cuanto menos, se lamine. Esta técnica del cristal laminado consiste en alternar capas de cristal con polivinilo butiral, que aporta una resistencia hasta diez veces mayor que el templado.
Estas capas de componente plástico permiten que ante una rotura, el cristal no se haga añicos y quede simplemente agrietado o cuarteado, consiguiendo que, junto a los elementos viscoelásticos que lo fijan al parabrisas, también se evite que salga despedido o se deforme en caso de vuelco.
Respecto al resto de lunas que no componen el parabrisas, las más comunes siguen siendo la de vidrio templado (en cuyo caso de impacto es recomendable directamente la sustitución), aunque podemos ver otros tipos más o menos reconocibles como las de vidrio tintado (sujetas a normativa y regulación), vidrio electrocrómico (capaz de oscurecerse o aclararse según la incidencia de la luz solar), vidrio térmico (calefactables mediante conexión eléctrica, muy solicitado en lugares que tienden a acumular hielo, como ocurre en los talleres en Teruel) o vidrio atérmico (que absorben la radiación solar reduciendo el consumo de climatización).
Con head-up display (con la posibilidad de presentar información como una pantalla), con propiedades acústicas… Las posibilidades que ofrecen las lunas de nuestro coche son infinitas, además de ser un componente de seguridad del vehículo indispensable.
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