Revisiones en el taller de vehículos a los 100.000 km
Las revisiones en el taller de vehículos deben ser más frecuentes cuantos más kilómetros lleven tras de sí. Te detallamos las que debes tener al día a los 100.000 km.
10/12/2018
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Desde el momento que arrancamos nuestro coche al salir del concesionario, comienza una cuenta atrás mediante la cual ciertos componentes se irán desgastando poco a poco. De cómo nos comportemos al volante y de las revisiones que lo sometamos cada cierto tiempo, dependerá que esa cuenta atrás se alargue o se acorte.
Lo que sí o sí nunca debemos obviar en ningún caso es que, a ciertos kilometrajes, nuestro coche necesitará una puesta a punto. Son los tiempos que marcan que varias piezas necesiten recambio, y suele ocurrir a los 15.000 – 20.000, 30.000 – 50.000 y, tal como nos ocupa este artículo, a los 80.000 – 100.000 km.
Este es el periodo que, de forma frecuente, los fabricantes marcan en el manual de mantenimiento como el adecuado para el recambio de piezas fundamentales que, de no haberse cambiado antes, se pueden encontrar en un estado de desgaste importante.
¿Quiere decir esto que a los 100.000 km debemos realizar recambios en nuestro vehículo? Quiere decir que es el momento indicado para que nuestro mecánico lo determine. No es lo mismo el mantenimiento en los talleres de Granada, donde sus vehículos están acostumbrado a numerosas cuestas donde se puede resentir más el sistema de embrague, que los cambios de frenos en talleres de Madrid, donde los numerosos atascos obligan a desacelerar frecuentemente.
Tras esta puesta a punto de los 100.000 km, nuestro mecánico de confianza nos podrá guiar sobre los tiempos de vida útiles que en contraste con lo que marque el fabricante y nuestros “vicios” en la conducción, son los recomendados, así como realizar tareas de mantenimiento que alargarán la vida de los componentes. ¿De qué tareas y de qué piezas hablamos como necesarias de revisión llegados los 100.000 km?
Piezas y componentes sujetos a revisiones en el taller de vehículos a los 100.000 km.
Sistema de frenos
Como miembro del triángulo de la seguridad de nuestro vehículo (junto a ruedas y amortiguación), debemos comenzar hablando de los cambios en el sistema de frenos que, llegado a los 100.000 km, deberían de haberse cambiado parte de sus piezas al menos en otra ocasión.
La duración media de las pastillas de freno ronda entre los 25.000 y 45.000 km, pero la importancia de la completa revisión a los 100.000 reside en que, aunque las hayamos cambiado en un par de ocasiones o estemos a punto de hacerlo, el disco y las piezas que las sustenta pueden haberse resentido.
Líquidos de frenos (recomendable cada dos años), los manguitos y otros componentes en el sistema deben observarse a fondo para que todo funcione a la perfección y sincronizado al momento de pisar el pedal de freno.
Neumáticos
Otro de los miembros honoríficos del triángulo de seguridad y otro de los que a los 100.000 ya deben contar con al menos un recambio que, más que por kilometraje, se nos debe indicar por la profundidad del dibujo (nunca debe ser inferior a los 1,6 mm) y por las condiciones habituales en las que circulemos (neumáticos de verano, de invierno, mixtos…).
En este caso la revisión conviene a efectos informativos. No solo porque lo habitual es que a estas alturas ya la hayamos cambiado en más de una ocasión, sino porque en estos recambios podemos obviar otros aspectos como la debida alineación y equilibrado del eje y otros componentes que actúan en el correcto uso del neumático, como el que nos ocupa a continuación.
Amortiguación
El último de los miembros del triángulo de seguridad pero no por ello el menos importante. Los talleres mecánicos, en base a las indicaciones de los fabricantes, recomiendan que se comience a prestar atención a la efectividad del amortiguador a partir de los 30.000 km, siendo parte de la diagnosis no obstante a partir de los 20.000.
En ningún caso se debe postergar su recambio (que suele incluir otras piezas como las copas, los muelles y las esferas de suspensión) más allá de los 60.000 – 80.000 km, aunque lo cierto es que nos encontramos realidades tan dispares como que un 25% de los coches que circulan en Europa, lo hacen con los amortiguadores totalmente desgastados.
Esto supone que una cuarta parte de la flota automovilística del continente no puede responder adecuadamente ante “volantazos” y no controlan los tiempos de reacción entre que producen la frenada y ésta se materializa.
Aceites y fluidos
De nada sirve tener en perfecto estado el sistema de frenada, con piezas totalmente recambiadas y homologadas, si después fallamos en algo tan básico como que el estado del líquido de frenos, -el fluido encargado de transmitir la fuerza ejercida sobre el pedal a los propios frenos-, sea el adecuado. Este líquido debería revisarse cada dos años, siendo recomendable la primera revisión al año de poner en funcionamiento el vehículo.
El líquido refrigerante es otro de los fluidos a los que prestar atención llegados los 100.000 km, más aún si contamos con un vehículo que no cuente con refrigerantes orgánicos. Fecha de caducidad que comparte con el aceite del diferencial y de la caja de cambios, así como el líquido de la dirección asistida.
Filtros
Siguiendo la cadena lógica planteada hasta ahora, de nada sirve contar con piezas nuevas, con fluidos que permitan su perfecto funcionamiento si, a la hora de hacerlos llegar a cada componente, nos encontramos con que los filtros se encuentran en mal estado y no permiten una perfecta lubricación o que el líquido haga su función.
Es por ello por lo que a los 100.000 km, además de haber contado con varias revisiones y recambios de los filtros del aceite y del aire, debemos prestar atención al filtro del combustible y al de la caja de cambios.
Revisión visual del estado del motor
Insistimos: tan importante como cada pieza principal de cada sistema, es cada una de las auxiliares que la sustenta. Un motor no sirve de nada sin una correa de distribución, por lo que a pesar de que los fabricantes indican de media una vida de 150.000 km para esta pieza, no está de más que se supervise llegados a los 100.000 km (o incluso antes) para detectar posibles fisuras que puedan provocar una rotura de la correa (y con ello un desastre que desembocará en una de las reparaciones más costosas para nuestro vehículo).
También aplica esta tarea preventiva en manguitos y tubos bajo el capó que, con el paso del tiempo, pueden agrietarse y producir fugas y filtraciones que reduzcan la eficacia del motor.
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